¿Sabes lo que son?. Pues son los seres que se alimentan de la energía, la atención y las emociones de los demás, dejándolos agotados, frustrados y deprimidos. Son personas que no respetan los límites, que manipulan, que critican, que se victimizan, que mienten, que chantajean, que culpabilizan… En definitiva, son personas tóxicas que nos hacen daño y que dejamos que participen de nuestras vidas justificándonos de diferentes maneras.
Pueden ser familiares, amigos, parejas, compañeros de trabajo o incluso desconocidos. A veces no los identificamos porque se camuflan bajo una apariencia de bondad, de interés, de simpatía o de necesidad. Pero tarde o temprano, sus verdaderas intenciones salen a la luz y nos damos cuenta de que nos están chupando la sangre.

Hablamos mucho de amigos, parejas; en fin de personas que nos vamos encontrando y que escogemos que formen parte de nuestra vida, pero esas mismas personas son-pueden ser-serán vampiros emocionales de niños que no pueden escapar de su control. Acceden a ellos porque son sus hijos, sobrinos, hijos de amigos, … Entonces las pobres criaturas crecen pensando que esa es la conducta normal, que no son suficientes para que se les quiera, que no merecen amor por sí mismos, que el amor está sujeto a que se hagan las cosas como esa persona quiere y que nunca será suficiente.
Está muy mal visto que alguién diga en voz alta que pueden ser vampiros emocionales nuestros tíos, abuelos, padres o cualquier otro adulto en cuyo cuidado caiga la criatura. Ahí están perdidos porque los abusadores construyen una dependencia emocional con ellos que los va a mantener atados y deudores de por vida. Y así tenemos personas que o son manipuladores o son manipulados en su vida adulta y de esa forma perpetuamos la toxicidad emocional, el dolor asegurado de ellos o de los que les rodeen.
¿Cómo podemos reconocer a las personas tóxicas si el lazo invisible ya está instaurado?







