… en el mundo equivocado.

Parte de tu niñez pasó en un mundo que dejaron rodar otros, del que no se atrevieron a cambiar nada de lo aprendido. Todo era una rueda: lo que yo viví y ahora te toca a tí.

Cada día pedías a gritos con tus ojos validación, amor, respeto y apoyo y nunca eso llegó. Nunca era suficiente, nunca había una demostración explícita de nada. O sí, quizás de desprecio, de odio, de que no eras válida, de que no tenías derecho a pedir nada, de que sólo podías agradecer y de que nunca, nunca hacías (o eras) lo suficiente.

Una noche pensaste en huir, en coger una cartera (la del colegio) con algunas cosas y desaparecer de ese lugar donde la alegría era una utopía, donde el miedo fluía de forma, casi, continua. Luego vino el desconcierto de no saber donde podrías ir y te resignaste a quedarte. Fué la primera vez que aplastaste tu autoestima.

Nunca era suficiente, nunca te portabas lo suficientemente bien como para merecer un elogio, un abrazo, un beso…Eso mismo que se le prodigaba a otros de forma continúa. Este era tan listo…, ella era tan inteligente, aquel otro era tan respetuoso con los mayores, … Todo servía para invalidarte, para no hacerte sentir suficiente para ellos.

Y salías a la calle y los que los conocían te explicaban lo „encantadores y modernos” que eran. A veces oías „ojalá los míos fueran cómo los tuyos”…

Sobrevivías esperando encontrar un mundo mejor (tu habías vivido antes en un mundo en el que eras valiosa por tí misma), te callabas lo que pasaba aunque los más cercanos siempre lo supieron y nunca hicieron nada, parecías fuerte y rebelde cuando eras un cachorro emocionalmente desvalido y dolorido.

Incluso la comida podía ser un momento desapacible, bien por tus opiniones (pedidas, a veces exigidas, por quién no compartía ninguna contigo), bien porque lo que había en el plato te producía nauseas y te obligaban a comerlo, bien por …

Ahora luchas, a cada momento, para que eso no te hunda, para que eso no te achante, para hacer entender que ese es tu espacio. A veces puede parecer que eres brusca (te lo parece hasta a tí mima), pero intentas ser tú misma y que se te respete.

En tu día a día todavía pesa esa invalidación, todavía luchas con la seguridad en tí misma, con tu autoestima.

El ascensor

Casi todos los días entramos en el ascensor juntos, nos miramos de forma fugaz para luego mirar al frente, al techo, al suelo o a cualquier lugar que evite la mirada del otro, yo no sé donde vas y tu no sabes a donde voy.

Si un día llueve mucho, podemos compartir unas palabras acerca de lo incómodo de la lluvia, del mal tiempo que tenemos… No profundizas en nada, el ascensor no te dá tregua.

A veces, de forma furtiva, te miraba y chocaba con tu mirada y no sé porque. Supongo que porque parece un poco incomodo en tan poco espacio compartir aire con alguién y no tener ni una conversación trivial.

Después, poco a poco, me fuí imaginando tu vida. Te coloqué en un piso en el centro sin pareja, con unas vistas increíbles y disfrutando, al final de la jornada, de un whiskey. Saboreando tu día.

Ayer, después de muchos días de subir juntos, me atreví a compartir una mirada complice contigo. ¿Complice de qué? Pues no sé, pero complice como sólo se puede ser con alguién a quién no conoces y que, realmente, tampoco tienes intención de conocer.

Compartimos espacio, un espacio en el que no le permitimos entrar a mucha gente de nuestra vida, pero el ascensor no te dá opciones. Sólo puedes sentirte incómodo compartiendo una intimidad no deseada.

Es la intimidad del ascensor.

Sobrevivir con el alma desgarrada

Tú que vives después de haber perdido lo más grande, alguien que nace de las entrañas de nuestra alma (no necesariamente de las físicas) eres valiente como pocos.

La viste crecer, te tocó la cara con sus deditos (esos que llegan hasta lo más profundo de tu ser) la cuidaste, la abrazaste con todo tu ser, intentaste protegerla, la viste rebelarse, la acompañaste en su forma de ser completamente diferente, la abrazaste cuando se rompió ante las circunstancias de la vida.

No me puedo imaginar el dolor que acompaña tus días, las veces que en tus sueños te rompes, el dolor que te produce ver cómo crecen y viven los hijos de los demás mientras tú recuerdas día a día lo que nunca podrá volver a ser.

Tú, que cada día que te veo me dan ganas de llorar y te veo más valiente de lo que has sido nunca, más fuerte y segura de ti misma llevando tu dolor en el rostro reflejado, pero viviendo en mayúsculas.

Tú que no has dejado de acudir a ninguna de las reuniones y que has participado como la que más, aunque el alma se te partiese recordando a quién ya no está.

Contigo delante no me atrevo a hablar de los nuestros, a no ser que me preguntes, porque no quiero aumentar tu dolor con mi gozo.

Tú eres una valiente de un calibre no imaginable y nunca te lo he dicho e incluso, quizá no te lo diga nunca.

Me justifico a mí misma que lo hago para no provocar más dolor en ti.

Qué bueno era…

Otra vez la sorpresa de ver cómo la gente convierte a alguien fallecido en un dios, maravilloso, fantástico, incluso alguien sin el cual la vida deja de tener sentido… todo muy normal ya que el dolor de cada uno siente el dolor de los suyos a su manera, pero hablamos de personas que no se soportaban desde años atrás y que ya no compartían vida. ¿Cómo pasamos de esto a estar al “borde de la locura” y a “3 minutos de un infarto”?

Además ¿cómo te permites menospreciar el dolor más grande que (creo) alguien puede sentir: la pérdida de un hijo? ¿Cómo se puede menospreciar esa pérdida y el dolor que ocasiona? Eso debería hacerte sentir pequeñito, pequeñito y miserable.

Amantísimas familias “perfectas” el día del funeral, que sienten un dolor tan desgarrador que parece que van directos a la locura.

Familias que estaban muy contentas con que uno de sus miembros estuviese lejos, mientras estaba vivo y que ahora están tan “desgarradas” por el dolor de la pérdida que ni siquiera respetan lo que él había decidido en su momento, sino más bien que quieren tomar decisiones por el resto de la familia.

Partes de una familia que no tenían problema en habitar la “casa familiar” (que ya no era la casa familiar sino la casa de un miembro de la familia) por días y comer y beber cuanto “fuese menester” y que ahora les molestaba la persona que los acogía en su casa se divirtiese cuando estaba en la de ellos…

No lo quiso ver

No lo vio cuando se conocieron y apareció deslumbrante, cuidadoso, simpático, encantador: un caballero medieval con brillante armadura que venía a rescatar a la princesa del malvado rey (aunque no había malvado rey, más bien un maquiavélico caballero).

No lo vio cuando se dio cuenta de que su familia no la quería, que la despreciaban, que ya tenían otros planes para él (creyó que su amor triunfaría).

No lo vio cuando la apartaba constantemente de sus amigas (creyó que era porque estaba impaciente por estar cerca de ella).

No lo vio cuando su primo la saludó como siempre, con un estrecho abrazo y muchos besos, y él se puso celoso (pensó que ella no debía haberse comportado así con otro hombre).

No lo vio cuando sus padres le dijeron que se fijase bien si ese era el hombre que quería, porque ellos creían que no la trataría bien (pensó que estaban dudando de su capacidad de tomar decisiones).

No lo vio cuando los padres de él le decían que comía mucho (era normal que él no dijera nada porque no iba a enfrentarse a sus padres).

No lo vi cuando la madre de él la atacó por primera vez (pensó que, a lo mejor, ella había provocado de alguna forma esa conducta).

No lo vi cuando tuvo que refugiarse en casa de sus padres.

No lo vio cuando su padre tuvo que defenderla por haberse refugiado allí.

No vio venir la tragedia que la atropellaría el resto de su vida y que acabaría por convertir su inicial alegría en una amargura constante que no la dejaría disfrutar de su vida en ningún momento.

No lo vio, procura abrir los ojos tú: hoy es más pronto que mañana.

Desaparecer

En algún momento de su vida aceptó que su marido fuera un “señor al uso”, que se alteraba porque ella no hacía las cosas “como Dios manda”, que si ella fuese lo suficientemente buena, atenta, trabajadora, dispuesta o cualquier otra cosa su marido no tendría ese comportamiento.

En algún momento de su vida aceptó el primer insulto, la primera descalificación, la primera falta de respeto, el primer menosprecio, … porque era lo “normal”.

En algún momento de su vida aceptó que, una a una, le fuese hablando mal de todo su entorno.

En algún momento de su vida fue alejándose de todos los suyos, uno a uno. Unos porque le decían las cosas claras a la cara y otros porque “no le gustaba como la miraban” o “como le miraban a él”, porque le habían dicho a él algo que le había molestado (a lo cuál, por supuesto, él no dijo nada en ese momento) o porque “la llevaban por mal camino” o porque “tenían una vida que no encajaba con la de una mujer casada, etc…

Y así, poco a poco, no le quedaron más que unas pocas personas a su alrededor, que lo soportaban a él con bastante más paciencia de la que merecía, que tercamente permanecieron aunque él los menospreciaba y ella los atacaba.

Y así poco a poco pasó a no ser nadie más que su sombra, pasó a tener como aficiones las que él tenía, los amigos que él tenía (salvo los tercos), pasó a tener las mismas opiniones que él en política,  en religión, en cuanto a las libertades y derechos…

Y así poco a poco DESAPARECIÓ

La muerte nos hace tan buenos…

Esta semana la vida me ha vuelto a sacudir con lo impredecible, con lo etérea, con lo fragil que es y con lo difícil que resulta asimilar una pérdida repentina de alguien con quién compartías espacio y tiempo en alguna de las facetas de nuestro día.

A todos nos duele perder a los “nuestros”, nos desgarra el alma, nos parte el corazón y nos enfrenta a un nuevo renacer para el que no vemos el camino. El vacio y el dolor nos inunda de forma que parece que nos parte cada órgano, cada vena, cada músculo se desgarra en nuestro interior. Esto me merece el máximo respeto.

Pero y me ha vuelto a enseñar el nivel que la muerte nos hace las mejores personas, las más compañeras, las más solidarias (según los que ayer sacaban a relucir lo más oscuro de nuestras profundidades).

He podido ver cómo lo que era marrón oscuro y, a veces negro, se ha vuelto blanco, etéreo, transparente.

Cada vez que eso sucede me sorprendo y no paro de pestañear para ver si es verdad o un sueño o si realmente estoy viendo y escuchando es real.  

Nos volvemos los mejores amigos, todos disfrutábamos enormemente con su compañía (claro ahora que no está), lloramos amargamente por personas que no soportábamos, con las que nuestro día empeoraba a menudo.

Y otra vez la conclusión es que la muerte nos convierte en las mejores personas del mundo en boca de los que nos odiaban, de los que se burlaban de nosotros, de los que nos despreciaban y de los que nosotros desprecíabamos.

Que el paso fuera ligero y qlttsl.

… qué pasaría si hubiese…

No recuerdo el momento juste en que te conocí, pero desde entonces, eres y has sido uno de los pilares de mi vida. Bueno, no sólo de mi vida. Estuvimos juntas en una circunstancias muy particulares: tú con la sociedad y yo con mi propio infierno, en el que me viste avanzar y me apoyaste siempre.

Siempre has sido alguien de un carácter muy particular, pero también firme y sin fisuras. Hemos compartido, en el tiempo,  momentos especialmente complicados, aunque por separado.

Hemos estado juntas, luego hemos estado separadas, otra vez juntas, pero cómo quiera que sea siempre estás en mi vida.

Me has enseñado a ser firme, a sentirme segura de mí misma, me has enseñado a enfrentar situaciones difíciles.

He visto en tí un desparpajo que yo nunca tuve y que, la verdad, siempre he envidiado.

Me has enseñado a divertirme, a mostrarme, a sentirme segura de mí misma, a “hecharle cara a la vida”, a no dar importancia a la opinión de los demás y cuando la situación es más complicada a salir a la calle con la cabeza bien alta.

En mi corazón tienes un sitio privilegiado por que te lo has ganado a pulso, por tu desparpajo, por tu “cara dura” en ciertos momentos, por tu capacidad de diversión y porque no te duelen prendas en decirme las cosas tal cual las piensas, aunque yo no esté de acuerdo.

Tu frase era: Más vale arrepentirse de haber hecho algo, que estar pensando qué pasaría si hubiese hecho…

¿Has tenido alguien así en tu vida?

El infierno escondido

Hace años en una casa de algún lugar de éste país, en una pequeña aldea, detrás de las ventanas y cuando se corrían las cortinas y se bajaban las persianas había un infierno generado por uno de los habitantes y que se cernía sobre los otros.

Nadie sabe que pasa en una casa cuando nadie mira. Las personas mostramos rostros que no somos capaces de reconocernos a nosotros mismos.

Y allí, un lugar idílico a la vista de los demás, dos mujeres eran objeto de las bruscas iras y de las inseguridades propias del tercero.

La mujer no puede vivir en igualdad de condiciones, no puede llevar una falda de un determinado tamaño, no puede llevar los labios pintados, no puede arreglarse, no puede tomarse una copa, no puede salir con amigas (ya no vamos a decir nada de salir con amigos).

Mientras, después de una mañana de trabajo agotadora, él duerme la siesta (porque está cansado) y ellas tienen que recoger ropa, fregar, limpiar el polvo, etc… (porque esto no cansa: “te realiza”). Cuando el señor se despierta si no está todo a su gusto se puede desatar la guerra. ¿Con quién se puede desatar? Pues, con la mujer de casa que esté delante o con todas a la vez.

Si hay gente a comer en casa el señor se sienta a la mesa y considera que si hay algún fallo no es de él. La casa, la comida, la mesa es “cosa de mujeres”, que, por supuesto, no van a poder disfrutar en la mesa con los amigos (no van a sentarse en ella en ningún momento probablemente).

Solemos opinar con mucha facilidad de la personalidad de las personas en función de la “cara social” con la que salimos a la calle.

Mami

Hace años entraste cogida de la mano de nuestro más preciado tesoro y desde entonces son tres tesoros maravillosos que nos alegran la vida, aunque no podamos achucharlos lo que quisiéramos.

Eras esa jovencita tierna, de aspecto dulce, tímida y reservada que parecía mirarlo todo como si todo fuese nuevo y asombroso para tí. Seguramente todo te parecía extraño, muy diferente a lo que estabas acostumbrada.  Probablemente nosotros también somos diferentes a lo que habías conocido. A lo mejor ni siquiera nos entendías (y no me refiero al idioma). A lo mejor incluso te parecimos invasivos (lo siento). El tiempo pasó y poco a poco cada vez que nos veíamos sonreías más.  

Con el paso del tiempo te veíamos crecer cada día.

Desde el proyecto de tres pudimos ver cómo mirabas con asombro la progresión de tu cuerpo y derrochabas dulzura en tu mano acariciando el futuro.  Luego el coraje, la timidez o el pundonor hicieron que quisieras vivir (y sentirte superwoman, lo que ya eras) tú experiencia sin interferencias.

Te has enfrentado a la nueva etapa con el coraje de querer demostrar que podías hacerlo (por supuesto que sí). Se te sale la dulzura y la ternura por los poros de tu piel cuidando de tu pequeña guerrera. Derrochas cariño en esa caricia tan tuya cuando le pasas la mano desde su frente hasta la cabecita en un gesto de protección y de consuelo increíble.

La serpiente

Todo el mundo tiene alguien como ésta persona en su vida (aunque no siempre se sabe). Es tremendamente dispuesta a acogerte bajo su ala cómo la gallina a los polluelos, a enseñarte cosas, a compartir cosas, absorbe lo que le puedas enseñar, comparte opiniones contigo, pero en algún momento deja de participar en la conversación manteniendo cara de interés y la sonrisa perenne.

Siempre muestra interés en tus cosas, se asombra con lo que le cuentas, te hace preguntas, te escucha hasta el final con interés.

Es una persona amable, dulce y empática con todo el mundo, así durante tiempo hasta que comienzas a ver una pequeña muestra de algo que no te gusta de alguien que, por supuesto, no eres tú y con el paso del tiempo cada vez lo vas viendo más veces. De momento se muestra muy cercana a ti y se muestra como un colega.  

Puede estar a tu lado escuchando o departiendo contigo, no te llevará la contraria, ni discutirá contigo. A tu espalda le mostrará a los demás el nivel de hipocresía que puede gastar. A mi me lo decían de pequeña “cuando la barba de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar” y es una frase que, esta persona, debería llevar tatuada en la espalda y en la frente.

Tiene una amabilidad acompañada de una sonrisa casi peremne en su cara, que en una fracción de segundo puede volverse un gesto burlón o de asco a la espalda de alguien. Nunca mostará su verdadero rostro salvo por la espalda.

Luego, una vez que siente el respaldo de otros, seguirá sin mostrar su cara de frente, pero por la espalda, incluso a veces «por lo bajini» no tendrá piedad.

Es exactamente como una encantadora serpiente, sibilina. A ti, que ves representada tu imagen aquí, que lo disfrutes mucho.

Tormento

Te pido perdón a ti, atormentada y enganchada, pero con un corazón enorme y tremendamente sedienta de cariño, del que no tenías en tu entorno, sedienta de “te quiero”, hambrienta de abrazos, necesitada de besos, la vergüenza y el desconcierto (cuando descubrí tu interior) no me dejaron mostrarte lo que te apreciaba.

Luego venía la locura de tu tormento.

Eras cómo un animal herido, como un cachorrito perdido en medio de una vorágine de seres que se mostraban fríos y distantes cómo cubitos de hielo, despotas, que cubrían la vergüenza de no ayudarte con impotencia.

Muchas veces pienso que no te serví de soporte todo lo que habría podido, lo que no creo es si me hubieses dejado enfrentar a los tuyos a lo que yo veía. Una vez lo intenté y me estrellé contra el muro de la vergüenza (no la mía) y la falta de decisión.

Te fuiste tan joveny me dejaste el recuerdo de aquel beso solicitado que me partió el alma en dos. Te fuiste y no sé si podría haberte hecho la vida más dulce. En una ocasión te pregunté qué necesitabas y me dijiste “un abrazo”; en ese momento vi lo sola que te encontrabas, lo perdida que te encontrabas, lo dolorida que tenías el alma, lo necesitada que estabas de amor.

Seguramente

Seguramente se puede tener un recuerdo más cómodo de la más tierna infancia, pero no con más amor. Vosotros, los dos, me disteis un gran tesoro que me ha mantenido a salvo, que me saca una sonrisa de ternura cada vez que pienso en vosotros. Esa mujer pequeñita y ese hombre espigado, que en mi infancia parecía muuuy alto, los dos han sido y serán mis referentes en muchos ámbitos de mi vida.

Eras el hombre más valiente (muchos años más tarde se han sumado mis dos chicos) que yo conocí para defender a los suyos. Ante los tuyos nada ni nadie podía interponerse, en una época en la que las leyes y la sociedad en la que te desenvolvías no eran iguales para todos. Tu supiste demostrarlo.  

Cuando vine al mundo ya nos estabas en edad de cargar conmigo, pero lo hiciste y jamás te quejaste. No estabas en edad de ponerme sobre tus hombros, pero lo hiciste. La mayoría de los hombres de tú época (incluso mucho más jóvenes) no tenían paciencia para charlar, jugar y acariciar a una niña pequeña como yo, pero no recuerdo que me faltase jamás una caricia, no recuerdo que no quisieras escuchar las cosas que yo quería contarte.

Eras un hombre espigado, alto, huesudo incluso. Tus ojos eran de un azul increíble, podías perderte en ellos más fácil que mirando al cielo. Eras tan dulce, tan cariñoso, tan amoroso… Tus manos nudosas me daban unas caricias rudas y llenas de amor. Eras un ser increíble, me gustaba tanto ir contigo… me contabas historias de la guerra, de tu familia, leyendas, ungüentos, medicinas naturales, los cuentos de las Mil y una Noches (supe lo que era cuando ya no estabas).

Luego cuando ya era una preadolescente te llevabas contigo una cuerda para atarla a un árbol y que yo pudiera saltar a la comba, o te aprendías los juegos de manos y las canciones que yo te enseñaba. Eras paciente cómo pocos: todavía recuerdo una carta que enviaste a casa con una letra … y con un trenzado lateral hecho a base de recortar el papel.

Eras mi héroe, contigo me sentía segura, querida (aún permanece esa sensación cuando te pienso). Eras valiente, capaz de enfrentarte a quién fuese, sin importarte nada, cuando veías una injusticia. Parecías tan seguro. Luego perdiste la cabeza, lo que hicieron que fuese complicada la vida contigo, pero incluso ahí tenías momentos de humor.  

Te amé, te amo y te amaré.

Carme

Ella fue una profesora, no sólo en la formación, sino también en la vida. El contacto con este espíritu libre fue breve, pero intensísimo. Dos años tremendamente intensos con una profesora de vocación como la copa de un pino.

Una mujer que te dejaba la cabeza dando vueltas después de cada clase, que enseñaba a preparar lo imprevisible, que obligaba a buscarse la vida.

 Una persona increíblemente jovial, que “escuchaba mejor con gafas”, que participaba de los éxitos de los “chavales” a los que les daba clase, que era capaz de montar una fiesta en su piso con un grupo de adolescentes (hay que tener valor) para celebrar con ellos algo y no tener miedo de que te destrocen el piso.

Una mujer capaz de dar clase sólo porque le gustaba ayudar a la vida a crecer, que se sentía en su salsa con los adolescentes (ya hay que tener un espíritu fuerte).

Capaz de ofrecer su vivienda, su soporte legal y su ayuda para encontrar trabajo a un estudiante cuando tenía dificultades. Capaz de saber que la vida social es tan importante como la profesional y de decirle a sus estudiantes que no podían dejar de lado ninguna de ellas. En su momento no supe mantener el contacto y ahora ya no es posible. Has sido capaz de imprimir en mí una forma de ver la vida, tus enseñanzas han perdurado y madurado en mí a lo largo de los años.

Sigue estando presente en mi carácter y en mis recuerdos más entrañables.

¿Qué persona te marcó en tu época de estudiante?

Perdón o perdóname

Elucubrando conmigo misma he estado pensado en las personas que creo que han sufrido o están sufriéndome a mí o a mi carácter y buscando acciones y comportamientos que corregir me he puesto a analizar cuál es la forma más efectiva de reconocer y reconocerle al otro que algo en mi comportamiento no ha estado bien y que, además de reconocerlo, trabajo en mejorarlo. Entonces me puse a analizar las formas de hacerlo y me salieron el “Perdóname-Discúlpame”, el “Perdón” y el “Perdón…pero”.

“Perdóname” (como si la otra persona estuviera obligada a otorgarnos esa gracia). Incluso llegamos a exigir al otro “¿Cuántas veces tengo que pedirte que me perdones?” o “¿Cómo tengo que pedirte que me perdones?”. El “Perdóname” (aunque no nos demos cuenta) es un imperativo, una orden; no una disculpa, no un reconocimiento de nuestro error. Es sobre todo una exigencia.  Otra cuestión es si esto te enseña a ti mismo algo, si de ello sacas la conclusión de que debes cambiar-crecer en algún aspecto de tu comportamiento.

Sólo decir “Perdón” (que, creo, expresa que eres consciente de que algo hiciste mal y que quieres ofrecer una disculpa que, por supuesto, no está sujeta a lo que la persona a la que se le ofrece la disculpa quiera hacer), sin condiciones, sin órdenes, sin obligaciones. Cuando pides perdón sin más estás reconociendo que hiciste algo mal, que, crees, afectó a la persona a la que le ofreces tu “Perdón”. Lo ofreces sin esperar nada, sin más. Puedes también ofrecer tu intención de modificar tu conducta en ese aspecto. También te estás diciendo a ti mismo donde puedes crecer y mejorarte.

Si detrás del “Perdón” va un “pero es que”, entonces ya no reconocemos nada, solamente echamos la culpa de nuestro comportamiento al del otro (ya sé no es fácil y entono el “mea culpa” en ello). Igualmente, no reconocemos que hicimos algo mal, sólo lo condicionamos a las acciones de otros; con ello “no es culpa/responsabilidad” nuestra. Realmente somos responsables de nuestro comportamiento, aunque también sé que las circunstancias pueden llevarte al límite y que una vez ahí, sacas tus demonios. Esto también es un aprendizaje para saber lo que corregir, que demonios tienes y trabajar en ello, aunque muchas veces te sangra el alma en el aprendizaje.

Voy a hacer un ejercicio de introspección y dedicar a las personas que han estado-están en mi vida las cosas por las que creo que no ofrecí mi mejor versión, sino, probablemente, la peor. A lo largo de las próximas semanas ofrezco desnudar mi alma en cosas que no suelo reconocer ni verbalizar y que, en algunos casos, ya no podré comunicar a quién le afectó y le ocasionó dolor.

Y tú, ¿qué crees?

Reloj

Miro hacia fuera y veo tu vida, mi vida, la vida de la gente. Con problemas, alegrías, con amores incipientes, con el corazón roto, corriendo en su día a día, casi sin ver a los suyos porque la premura es tanta que no da tiempo a pararse. Vivimos con tanta prisa que, estando en la misma vivienda, en la misma mesa, incluso sin que esté físicamente presente, el que la preside es el reloj, que es el dueño absoluto de la mayoría de las vidas, aunque ha dejado de presidir las paredes de las cocinas o las mesillas de noche rige cada uno de nuestros movimientos.

Ya no vivimos con los nuestros, no nos sentamos tranquilamente a disfrutar una sobremesa, no escuchamos realmente sus voces. Todo se convierte en datos, problemas que solucionar y en cumplir con el reloj. Nuestro jefe absoluto, que se erige en dictador de nuestra vida, que lo rige todo, incluso la relación más íntima.

Si es en el desayuno tenemos que llegar a tiempo (reloj) a trabajar-llevar a los niños al colegio, si es para la comida del mediodía tenemos el tiempo contado para ella (reloj), si es la cena hay que estar listos a las XX:XX (reloj) para bañar a los niños y acostarlos. Y esto de lunes a viernes (cómo mínimo). Si la familia quiere hacer algo diferente juntos, el fin de semana se vuelve otra contrarreloj.

Cuando quieres jugar una partida a cualquier juego, tenemos que vigilar el reloj, si tenemos intimidad con nuestra pareja, le restamos el tiempo a las horas (reloj) de sueño, si tu bebé/hij@ quiere jugar contigo tienes que restar tiempo (reloj)de algún lugar.

Además, somos conscientes de que el tiempo (reloj) se va y el día no nos da para nada (reloj), nos perdemos la niñez de nuestros hijos, su juventud y se van, hacen su vida y te lo has perdido por falta de tiempo (reloj) o por no saber gestionar el tiempo (reloj).

Necesitamos una pausa de disfrutar de hacer nada, para respirar el cuerpo de nuestra pareja, para jugar en el suelo con nuestros hijos sin tener que recibir ordenes del que parece el dueño de nuestras vidas, para poder olvidarnos del despertador, del reloj, en definitiva.

¿Cómo crees que preside tu vida?

Infinitas gracias

Somos lo que somos gracias a las circunstancias en las que nos vemos inmersos (a veces duras), a veces por nuestras decisiones y otras por las de otros. Todos guardamos mucho bagaje, alguno del cuál ni siquiera en nuestros momentos más íntimos reconocemos ni mencionamos.

Hoy voy a darle reconocimiento a todos esos sucesos, aunque no quisiera que ninguno de los míos tuviera que vivir alguno de ellos, pero he llegado aquí y no me han hundido (a veces parecía que estaban cerca).

A tí que quisiste y cuidaste aunque no te tocaba, a tí que jugabas conmigo, a tí que me tratabas con un cariño infinito, puedes irte con tranquilidad.

A tí y a tí que deberíais proporcionar lo que no supisteis, sin más, podeis sentir tranquilidad.

A ti que me odiaste desde cuando ní siquiera recuerdas, porque sí o porque no, puedes irte con tranquilidad.

A tí que me odiaste por el camino o por la circunstancia o por contagio, disfruta de tu tranquilidad.

A tí que me amas desde tiempo inmemorial pero no tuviste la fuerza para sacarme de donde estaba, aunque era tú responsabilidad; puedes sentir tranquilidad.

Y, sobre todo a tí, que me diste la mano para que saliera por mí misma, disfrútame y deja que te disfrute. En este apartado hay muchas más personas de las que se pueden imaginar. INFINITAS GRACIAS

Papás.

Convertirse en padre por elección es un camino lleno de decisiones conscientes, cada una marcada por la intención, el deseo profundo de dar amor y el de proporcionar soporte al crecimiento de una vida. Este viaje único comienza con el momento de reconocimiento, donde surge el deseo de compartir la vida con alguién con quién, puede ser que, compartas vínculo genético o no. Es un paso valiente, definido por la el amor y el compromiso personal hacia el futuro.

Mi querido «papaíto»… Un referente tanto como hombre, como marido, como padre y como padre por elección. Fué, es y será un referente en mi vida. Ese hombre alto (visto desde mi más tierna infancia) que ataba una cuerda a un árbol para que yo pudiese saltar a la comba. Ese hombre divertido que aprendía conmigo las canciones infantiles. Ese hombre culto que compartía conmigo los cuentos de «Las mil y una noches» (el cuál había leído por la inmensa curiosidad de haber querido aprender cuando la necesidad y la misera eran su entorno). Ese hombre tierno, dulce, amoroso y firme como una roca, permanece en mi esencia aunque hace mucho tiempo que me falta.

Otro papá por elección es mi presente, que un día escogió ser y estar lo que otros no habían sabido ni querido. Un peluche grande. Ese compañero para jugar al balón dentro de casa o para saltar encima de la cama. Esa roca fuerte, que se mantenía firme cuando todo parecía un cúmulo de incertidumbres. Ese ser que lloraba de emoción cada vez que el retoño levantaba vuelo hacia algún lugar que le mantendría alejado físicamente, pero que también promocionaba su crecimiento aunque representáse estar alejado. Ese maravilloso ser siempre dispuesto a estar y a hacer.

El más reciente de ellos: un niño grande que apoya y promociona que al retoño le crezcan las alas y que apoya cada intento de vuelo. Ese ser que ha cambiado a Bad Bunny por Luli Pampín en sus canciones diarias. Que disfruta cada segundo, los alegres y los tristes, del crecimiento de la vida. Ese pedazo de hombre que fué, es y será un apoyo para los suyos. Que sabe dar un «buziaczkiy» un «tuli tuli» a cada uno de los suyos y apoyarlos en su crecimiento. Ese osito que lleva a caballito a su retoño (físicamente) y al resto de sus seres queridos (emocionalmente).

Nuevo horizonte, o no…

Recientemente, me embarqué en un viaje investigador hacia el nomadismo digital, un concepto que, aunque nuevo para mí, promete una aventura sin precedentes. A los taitantos, decidí que ahora era el momento perfecto para investigar en las posibilidades de mezclar mi experiencia vital con la flexibilidad y las habilidades de trabajar desde cualquier lugar.

El primer paso fue sumergirme en el aprendizaje de habilidades digitales relevantes, que me resultan apasionantes, desde marketing en redes sociales hasta el uso de herramientas para gestionar mi tiempo (una asignatura pendiente desde…). Cada día es una oportunidad para aprender algo nuevo, y la satisfacción de avanzar en el dominio de estas habilidades es inmensa. Estoy descubriendo que el verdadero valor no reside en la comodidad de lo conocido, sino en el coraje de explorar lo desconocido y en la constancia cuando no ves por donde seguir.

Foto generada por IA

Me estoy uniendo a comunidades en línea de nómadas digitales, buscando inspiración y apoyo en historias de personas. Ésta red me muestra que el camino hacia el nomadismo digital está pavimentado por la diversidad y la inclusividad. Es estimulante saber que puedo encontrar inspiración en otros que han seguido ese camino antes y que hay una comunidad entera dispuesta a compartir sus conocimientos y experiencias.

Ahora, me siento bien con mi aprendizaje… Todavía no sé si voy a seguir éste camino y me voy a reinventar completamente de forma laboral, pero sí que voy a continuar con éste aprendizaje. Sé que puede presentar desafíos, estoy espectante para enfrentarlos con una mente abierta y un espíritu aventurero.Nunca nos parece el momento perfecto para rediseñar la vida y abrazar el cambio, pero también sé que si nunca comienzas NUNCA lo harás.

Mujeres, mujeres

Hoy me he retrasado, por ello pido disculpas. Estuve pensando qué y quién iba a protagonizar mi entrada. Estuve dando vueltas a mis referentes y descubrí que sólo tuve un referente masculino en mi infancia y juventud: mi querido «papaíto». Pero hoy le toca a las mujeres y sé que no caben todas aquí.

Mi querídisima «mamaíta»: una mujer pequeña, menuda, tremendamente cálida. Era un ejemplo en todos los sentidos: solidaria, moderna (más que sus hijas), cálida como ninguna otra y con una practicidad que te dejaba sin palabras. Recordaré siempre esa preciosa mujer haciendo chulas, papas, huevos fritos con patatas fritas (los mejores que he podido comer en mi vida), cómo te ponía las manos en la cara con un gesto que sólo ví en otra persona (otro capítulo). Fuerte, a pesar de su aparente fragilidad. Dura, resistente, una columna a la que agarrarte. Una mujer con una paciencia infinita, con un respeto por la vida ajena que era un ejemplo para mí. Siempre fué capaz de ponerse en los zapatos del otro. Un ejemplo a seguir y que merecería mucho más ella sóla. Su palabra: C A R I Ñ O

Carme, la mejor profesora que he tenido. Una mujer comprometida con todos y cada uno de sus estudiantes, que se preocupaba de saber que pasaba en sus vidas por si necesitaban algún tipo de ayuda (eso no era fácil de encontrar en aquellos tiempos). Que intervenía cuando creía que era necesario y que era capaz de dar una clase que nos dejaba la cabeza dando vueltas, con unos métodos disruptivos, divertidos y tremendamente estimulantes. Una mujer que celebraba nuestros triunfos como si fueran los suyos, que nos ayudaba a levantar el vuelo acompañándonos hasta que podías batir, nosotros sólos, nuestras alas. Una mujer libre, independiente, divertidísima y que no desentonaba (tenía los años que yo tengo ahora) con los chavales de 15, 16, … Era capaz de integrarse y de conseguir que aprendiésemos cosas cuando hacíamos algo mal. Su palabra: E S T I M U L A N T E

Ella era más una amiga, que un referente. La quise, la quiero y la querré (esté donde esté). La lloro muchas veces porque su deriva ha sido … En fin: una mujer alegre, siempre con una carcajada pronta a salir, que era un estallido de alegría. Siempre una amiga, siempre aportando, siempre ayudando. Comprensiva siempre. Te quiero donde quiera que estés. Su palabra: D I V E R S I O N

Pasando los años he encontrado más mujeres que son un referente para mí. Lamentablemente no caben aquí. Creo que acabaré escribiendo un libro, aunque cada una de ellas merece uno para ella sola.

¿Y tú, qué referentes tienes?

Vampiros emocionales

¿Sabes lo que son?. Pues son los seres que se alimentan de la energía, la atención y las emociones de los demás, dejándolos agotados, frustrados y deprimidos. Son personas que no respetan los límites, que manipulan, que critican, que se victimizan, que mienten, que chantajean, que culpabilizan… En definitiva, son personas tóxicas que nos hacen daño y que dejamos que participen de nuestras vidas justificándonos de diferentes maneras.

Pueden ser familiares, amigos, parejas, compañeros de trabajo o incluso desconocidos. A veces no los identificamos porque se camuflan bajo una apariencia de bondad, de interés, de simpatía o de necesidad. Pero tarde o temprano, sus verdaderas intenciones salen a la luz y nos damos cuenta de que nos están chupando la sangre.

Hablamos mucho de amigos, parejas; en fin de personas que nos vamos encontrando y que escogemos que formen parte de nuestra vida, pero esas mismas personas son-pueden ser-serán vampiros emocionales de niños que no pueden escapar de su control. Acceden a ellos porque son sus hijos, sobrinos, hijos de amigos, … Entonces las pobres criaturas crecen pensando que esa es la conducta normal, que no son suficientes para que se les quiera, que no merecen amor por sí mismos, que el amor está sujeto a que se hagan las cosas como esa persona quiere y que nunca será suficiente.

Está muy mal visto que alguién diga en voz alta que pueden ser vampiros emocionales nuestros tíos, abuelos, padres o cualquier otro adulto en cuyo cuidado caiga la criatura. Ahí están perdidos porque los abusadores construyen una dependencia emocional con ellos que los va a mantener atados y deudores de por vida. Y así tenemos personas que o son manipuladores o son manipulados en su vida adulta y de esa forma perpetuamos la toxicidad emocional, el dolor asegurado de ellos o de los que les rodeen.

¿Cómo podemos reconocer a las personas tóxicas si el lazo invisible ya está instaurado?

Tocando el cielo

La mejor mezcla: el Sol y el Mar.

¿Te pasó a tí?

Cuando finalmente reuní el valor para poner fin a años de tormento, nunca imaginé que el camino hacia mi libertad estaría sembrado de nuevas formas de miedo. La ruptura no fue el final, sino un contínuo oscuro más, donde las sombras de la persecución y las amenazas se convirtieron en mi nueva realidad. Incapaz de aceptar lo inexorable, pude ver otra vez más su peor cara y su obsesión, en una persecución sin descanso que no dejaba espacio al aliento.

Vivir con el constante temor de que algo terrible pudiera suceder no nos obligó a cambiar nuestra rutina, a mirábamos por encima del hombro, a saltábamos al menor ruido. Las noches se convirtieron en un escenario más de la pesadilla iniciada años antes, cada pequeño sonido, el teléfono sonando, todo era un recordatorio de que la amenaza seguía ahí, acechando. La tranquilidad que había supuesto la nueva forma de vida para protegernos se sentía frágil, vulnerable a ser destrozada en cualquier momento.

La angustia de saber que el miedo no me alcanzaba sólo a mí, me desgarraba el alma. Ver lo que debería ser una inocencia despreocupada, ahora marcada por la incredulidad, el desconcierto y la preocupación, me rompía el corazón una y otra vez. Había que protegerlo, debía ser el escudo contra un peligro que nunca debería haber conocido. La lucha por nuestra seguridad y bienestar nos unió de maneras que nunca imaginé, transformando nuestro vínculo en una fortaleza impenetrable.

A pesar de la oscuridad que nos rodeaba, me aferré a la luz de la esperanza. Cada día que pasaba era un recordatorio de fortaleza y determinación. Con la adversidad cara a cara, aprendí el verdadero significado de la amistad. Esta batalla por nuestra libertad me enseñó que, incluso con el alma quemada, puedo encontrar la fuerza para renacer de las cenizas, para reconstruir vidas sobre los cimientos del amor, la seguridad y, sobre todo, la esperanza en un futuro donde la sombra se disipe, dejándonos finalmente en paz. En este camino cada paso adelante es una victoria, un acto de valentía que nos acerca a la tranquilidad.

Y así fué…

Aquí, encontrándome

He estado bastante desaparecida, luchando entre la tristeza del abandono de un modo de vida que no recuerdo cuando empecé y que ya no podía seguir, las ganas de tomarme un año sabático y la culpabilidad por todo lo que no hice. Pero aquí estoy buscando mi propio Norte.

Veo

Te veo sufrir todos los días.

Te veo embarcada en una guerra inútil.

Le veo burlarse abiertamente de ti.

Le veo hacerte feos con un desprecio increíble.

No sé que le ha pasado, no sé si se siente miserable y esa es su forma de sentirse a la altura.

No le reconozco.

Ha perdido el sentido del humor, ha perdido la valentía de reírse de sí mismo, ya no tiene nada agradable.

No parece sentir ni padecer por nadie, ni por ti, ni por él.

Sólo existe sus caprichos, su opinión, su deseo (momentáneo o no).

Veo la impotencia y la rabia de no ser mínimamente apreciada.

Veo tu dolor.

A veces me veo revolviéndome en tu defensa, a veces se me atraganta no sólo un bocado sino toda la comida.

Despierta ya.

Sé feliz y deja que los demás disfruten de ti.

¿Conoces a alguien que haya cambiado completamente de forma de ser sin saber por qué?

Recuerdo

Todavía recuerdo verte en mi trabajo al que venías con frecuencia.

Todavía recuerdo el día que tu primo (bruto cómo el solo) me llevó en volandas hasta ti.

Todavía recuerdo el día que me pediste el teléfono. Te dije que lo cogieses en el vehículo con el que trabajaba.

Todavía recuerdo la primera cita y tu inmediata reacción ante lo más importante y más amado que yo tenía.

Todavía recuerdo el día que viste a mi familia en una situación no muy agradable.

Todavía recuerdo la inauguración de la “terraza” de tu primo, que era realmente una terraza de casa y con un montón de familiares tuyos, conocidos nuestros.

Todavía recuerdo el día que nos llevaste a comer a tu casa con una buena parte de la familia.

Te recuerdo cuando tus “amigos” parecían no ir a mostrarse muy amables y pretendían hacerme pasar vergüenza.

Recuerdo como nos empujaste a mejorar y a decidir por nosotros mismos lo que queríamos hacer.

Recuerdo el apoyo incondicional a cualquier decisión tomada.

Entonces éramos tú y nosotros. Ahora somos NOSOTROS.

¿Alguien te hizo sentir así?

Cálido

Me desperté con tu mano en mi cintura. Notando tu calor fundirse con mi alma en una oleada de ternura infinita.

Cada día me despierto y te veo tan dulce, tan tierno.

Estuviste ahí cuando el dolor era tanto que no me reconocía ni yo.

Estuviste ahí cuando me sentía hundida en el fango.

Estuviste cuando el dolor acumulado me hacía intratable.

Estuviste y me quisiste en mis peores momentos.

Tu estuviste y no estoy segura de haber dado lo mismo.

Estuviste y estás y enseguida te has convertido en “nosotros”.

Ahora estamos, ya no hay un “estás”, un “están”, un “estoy”; ahora ESTAMOS.

Tu soportas a la “niña del exorcista” que surge a veces.

Tu sonríes con mis payasadas y con las suyas también.

Tu, a veces, te revuelves sin saber por qué, pero luego te digo alguna tontería y te ries.

Había visto alguna pareja que me parecía ideal y ahora la vivo.

Tesoros

Atesoro cosas que traen increíbles recuerdos a mi memoria, lágrimas a mis ojos y calor a mi alma. Cosas que recuerdan a personas diferentes que han marcado mi vida con el signo del amor en sus diferentes formas y expresiones.

Aquel rosario roto hecho de pétalos de flores, que te regalé precisamente yo. Me recuerda tu dulzura, tu cariño, tu respeto desde que era muy pequeña. La foto que te sacaste con aquel precioso vestido.

Las gafas rotas que usaste durante años cuando me leías el cuento de las «Mil y una Noches» y que me recuerdan como llevabas contigo una cuerda larga que atabas a un árbol para que yo pudiera saltar o esas canciones infantiles con juegos de manos que yo te enseñaba y tu aprendías como si fuera lo más interesante del mundo.

Rosita, el elefante rosa de peluche, que me regaste no recuerdo cuando pero que me trae recuerdos del amor que nos tenemos y del dolor de no haber podido ayudarte.

El colgante que tú te dejaste en casa cuando levantaste el vuelo dejando detrás de ti una ternura infinita y un recuerdo que, ahora mismo, está arrancando lágrimas de amor. La visera descolorida que nos hicimos con una foto en aquel avión de un parque de atracciones.

Esa alianza que nos compramos juntos en una tienda del aeropuerto que estaba en liquidación, que trae a mi memoria la complicidad, la diversión y el amor incondicional.

El jarrón que me regalaste por la inauguración de un nuevo hogar y que me recuerda que “más vale arrepentirse de lo hecho que estar pensando en lo que habría pasado si lo hubiera hecho.

La pulsera de hoja de yuca que me trajiste de uno de tus viajes y que me muestra que eres grande, grande.  

Y tú, ¿qué cosas conservas que te hacen vibrar el alma?

¿Cuál es ese pequeño lujo sin el que no podrías vivir?

Oír la voz de los míos, verles, aunque sea a distancia.

La música que me ayuda a superar malos momentos, qué me da energía cuando las mías me fallan.

Los libros donde saciar mi curiosidad de conocimientos, de historias, …

Y regresas

Voy casi todos los días y todos los días cuesta, todos los días duele y todos los días se me estimulan los centros del lenguaje (concretamente el soez).

¿Qué tal? ¿Bien? Noooo, ni mucho menos.

Y tarda en verse, tarda en llegar algún resultado, aunque sea mínimo.

Y vuelves, una y otra vez.

Y sudas, una y otra vez.

Y regresas arrastrándote, una y otra vez.

Y te preguntas si va a resultar alguna vez.

Sonríes a los que, como tú sufren y vuelven todos los días.

Poco a poco te dices a ti misma, pero resulta muy poco a poco.

Sólo queda pensar que vas porque quieres y que, aunque no te lo reconozcas muchas veces, SI lo notas y mucho.

Entonces vuelves y vuelves con una mezcla de alegría y resignación, pero con una sonrisa.

Sabes que sí que se nota, aunque no se vea y sonríes pensando en tu aspecto de pollo desplumado que corre entre bombas.

Luego reflexionando te das cuenta de que es cómo todo en la vida: cuesta y cuesta hasta que un día te das cuenta de que sientes seguridad en ese aspecto.

¿Con qué cosas te impacientas?

Esfuerzos

¿Cuánto esfuerzo le puede costar a alguien atormentar la vida de otras personas? ¿Cuánta locura puede destilar un ser humano? ¿Cuánto esfuerzo gastan en mantener en vilo constante a los demás?

A ti que te habías convertido en su saco de boxeo y que un día pensaste que, a lo mejor, la libertad era más llevadera.

A ti que ahora que no puede usarte físicamente como saco de boxeo, lo hace de otras muchas formas.

A ti que tienes que ver cómo atormenta lo que más debería proteger.

A ti que te mueves por la vida pensando donde te lo cruzarás y qué intenciones tendrá.

A ti que no sabes cuándo tus preciosas criaturas entrarán en una crisis de ansiedad por sus acosos.

A ti que estás cansada de ir a la policía o que la policía venga a ti.

A ti que estás a punto de hacerte accionista de un abogado porque no te deja en paz y ha descubierto un montón de maneras de complicarte la vida.

A ti, te digo, esto no es rápido ni fácil pero pasa. Lucha por ti y los tuyos y no dejes que un ser indigno de llamarse así te venza en la vida.

A él le digo TRABAJA que eso entretiene, gasta energía y vive tu propia vida.

¿Con quién te gustaría hablar pronto?

Con alguien que se perdió en el pasado y a quién le conservo un gran cariño. A ti qué siempre te quise y te querré. Lamento que nos separó el mismo amor.

¿Pecado?

¿Estar en un púlpito te hace acaso estar por encima del respeto a los demás?

Cuando se espera que tu espíritu sea más elevado que el del resto de los mortales ¿crees que puedes escupir inmundicia sobre el resto de las personas y sobre el dolor que acarrean en sus vidas?

¿Qué hay de la comprensión, caridad, empatía, solidaridad que se presupone cuando estás en determinado cargo?

¿Cómo se puede ensuciar lo que tantas personas de buen corazón hacen una labor encomiable de acompañamiento, de ayuda espiritual, de colaboración, de empatía de esa forma tan abominable?

Y lo visible que se hace alguien que escupe maldades habiendo tantas personas en su mismo trabajo que son fabulosas, encantadoras, solidarias, empáticas, cálidas…

El hecho de contar con un lugar privilegiado ¿te da derecho a ser insensible con tus congéneres?

Mi más profunda comprensión a todo el que tiene que vivir esa difícil circunstancia en sus vidas

El nivel de miseria del alma de los que pronuncian esas palabras es gigantesco.

¿Seguro?

Te veo y verte me recuerda que vivimos en modo automático hasta que algo se rompe en nuestra vida y nos deja en shock.

Seguro que le amabas y te levantabas corriendo todos los días de la cama sin darte mucho tiempo a mirarle, a besarle, a hacerle cosquillas, a darle los buenos días.

Seguro que, cuando volvías a casa, ibas corriendo de un lado para otro sin prestar mucha atención.

Seguro que os sentabais a comer juntos, pendientes del peque, de las noticias en la tele.

Seguro que, en ocasiones, por la noche cada uno veía una cadena de televisión, prestando atención a si el peque se despertaba.

Seguro que, a la hora de acostaros, cansados del trabajo, de las labores del hogar, del cuidado del bebé, caíais rendidos.

Seguro que la mayoría de los días eran repetitivos y un día…

Seguro que ninguno de los dos se imaginaba que un día uno dejaría de estar de repente.

Seguro que tu mundo se derrumbó y sin tiempo para llorarte tuviste que reconducir una vida que parecía estable y ya no lo es.

Seguro que, con el alma partida por la pérdida, tuviste que encargarte de cosas que te hacían sentir miserable.

Seguro que cuando miras a tu peque el alma se te rasga y en la garganta se te hace un nudo mientras tus ojos tratan de contener el mar de tu dolor.

Seguro que piensas en las cosas que abrías hecho, en las caricias que habrías dado, en los besos que ya no podrán llegar a destino, si supieras lo que iba a pasar

¿Cuántas cosas harías si supieses que tu gente no estarías mañana? ¿Cuántas cosas harías si supieses que mañana no estarías?