Parte de tu niñez pasó en un mundo que dejaron rodar otros, del que no se atrevieron a cambiar nada de lo aprendido. Todo era una rueda: lo que yo viví y ahora te toca a tí.
Cada día pedías a gritos con tus ojos validación, amor, respeto y apoyo y nunca eso llegó. Nunca era suficiente, nunca había una demostración explícita de nada. O sí, quizás de desprecio, de odio, de que no eras válida, de que no tenías derecho a pedir nada, de que sólo podías agradecer y de que nunca, nunca hacías (o eras) lo suficiente.
Una noche pensaste en huir, en coger una cartera (la del colegio) con algunas cosas y desaparecer de ese lugar donde la alegría era una utopía, donde el miedo fluía de forma, casi, continua. Luego vino el desconcierto de no saber donde podrías ir y te resignaste a quedarte. Fué la primera vez que aplastaste tu autoestima.
Nunca era suficiente, nunca te portabas lo suficientemente bien como para merecer un elogio, un abrazo, un beso…Eso mismo que se le prodigaba a otros de forma continúa. Este era tan listo…, ella era tan inteligente, aquel otro era tan respetuoso con los mayores, … Todo servía para invalidarte, para no hacerte sentir suficiente para ellos.
Y salías a la calle y los que los conocían te explicaban lo „encantadores y modernos” que eran. A veces oías „ojalá los míos fueran cómo los tuyos”…
Sobrevivías esperando encontrar un mundo mejor (tu habías vivido antes en un mundo en el que eras valiosa por tí misma), te callabas lo que pasaba aunque los más cercanos siempre lo supieron y nunca hicieron nada, parecías fuerte y rebelde cuando eras un cachorro emocionalmente desvalido y dolorido.
Incluso la comida podía ser un momento desapacible, bien por tus opiniones (pedidas, a veces exigidas, por quién no compartía ninguna contigo), bien porque lo que había en el plato te producía nauseas y te obligaban a comerlo, bien por …
Ahora luchas, a cada momento, para que eso no te hunda, para que eso no te achante, para hacer entender que ese es tu espacio. A veces puede parecer que eres brusca (te lo parece hasta a tí mima), pero intentas ser tú misma y que se te respete.
En tu día a día todavía pesa esa invalidación, todavía luchas con la seguridad en tí misma, con tu autoestima.






